Sus manos recorrían la cara de ella, por si algún día no podía volverla a ver y de mientras una lágrima luchaba por su libertad.
Cada caricia ponía la piel de su cuello de gallina.
Ella daba las gracias con la mirada.
Ella daba las gracias con la mirada.
- Gracias por seguir ahí a pesar del frío.Gracias por darme fuerzas para cambiar.
Sus dedos ya no tienen otro vicio más que ir junto a los de ella.
Entrelazados como cada punto de la lana roja de esa futura bufanda.