jueves, 12 de mayo de 2011

Cenizas

Son las 2:37 de la madrugada.
Me acabo de despertar con millones de palabras en mi boca aún dormida, con millones de frases que se desvanecen al encender la luz.
Me acabo de despertar y mi pluma ya ha escrito y tachado la mayoría de las palabras que había logrado salvar de un inexorable olvido.
Pero ya está, no voy a tachar nada más, no tengo porque. Es lo que siento, así que aquí quedarán mis palabras, prisioneras de la cuadricula de mi hoja.
No puedo dejar de pensar en que hacer. Haga lo que haga, aunque intente olvidar, siempre apareces.
Esta libreta, por ejemplo. En su día fue sostenida por ti y también fue escrita, y aún lo está, de tu puño y letra.
Porque no soy capaz de arrancar las hojas. No soy capaz de pasar página a sabiendas que dejaré atrás algo que me continuará persiguiendo.
Voy a enfrentarme a mis miedos, y no me importa si no me salen las palabras, no me importa si mi boca se echa atrás en el último segundo, o si mis ojos me traicionan en el último instante llevándose con ellos los diques que frenan mi desasosiego.
No me importa, ya lo he decidido.
Voy a esperar el momento oportuno, como me dijo mi gran amiga.
Ya no me importa enfrentarme a mis fantasmas, ya no tengo miedo a mi oscuridad.
Voy a hacerlo, aunque tenga que hacerte llegar mis palabras mediante señales del humo de los rescoldos de mi temor.
Es hora de arriesgar, de apostar por un caballo que es claro perdedor.
Es hora de renacer de las cenizas, de volar libre como el ave Fénix.