viernes, 2 de diciembre de 2011
Harta y cansada
Sí, harta y cansada de esta falta de frío.
Harta de este calor constante que quema toda esperanza de dejar atrás estos tiempos de hojas en blanco, de papeles desérticos llenos de palabras invisibles que no hacen más que narrar la triste historia de mi pelo rizado, que lleva demasiado tiempo sin recibir ni una sola bocanada de ese aire, que antes movía siempre mi cabello y todas las palabras que mi cabeza contenía.
Que ya hace un tiempo que camino descalza, y que esta arena ardiente no hace mas que marcar mis pies desnudos, pies que a su paso no van dejando huellas. (Igual que Ginger)
Desespero al pensar que tal vez tenga que quedarme con lo mejor de lo vivido y que tal vez ya no volveré a sentir ese frío intenso que congelaba mi ser, pero que le otorgaba a mis manos el don de escribir lo que sentían.
Manos que siempre han estado frías, pero que escribían todo aquello que los dedos le narraban.
Pero ¿Y si esto era todo? Quizá deba seguir adelante dentro de esta nueva atmósfera.
Llena de aire, sí, pero llena también de esta desoladora quietud.
De este silencio, de aires que no traen consigo ninguna palabra, de dedos mudos que ya no quieren narrarle nada a mis manos, de hojas en blanco que me van devorando poco a poco.
Temblor. Miedo. Gris niebla en el marrón de mis ojos. Ojos que no dejan de buscar la nube.
Ojos que sueñan con volar lejos de aquí. Que creen que quizá si que llegan vientos, pero no son lo suficientemente intensos como para hacer fluir de nuevo millones de palabras sin sentido, las que antes se condensaban y caían como gotas de tinta negra sobre mi hoja.
Prefiero morir que seguir en este universo callado, de verdad que lo prefiero.
Lo prefiero a seguir así, con este nudo en la garganta (y en el alma) y con las manos presas bajo las cuerdas de algo que todavía no consigo distinguir.
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